El burro
cagaduros
Vivió hace mucho, mucho tiempo en un lejano país a menudo cubierto por
la niebla, un joven que, habiéndose hecho mayor, decidió probar fortuna
buscando trabajo en otras tierras. Andando por el camino se encontró con
una mujer viuda: - Ahora que mi marido no está, hay demasiado trabajo en
la granja para mí sola, además de atender a mis hijos. ¿Querrías
ayudarme? Te recompensaré generosamente.
Accedió el joven y se puso a trabajar inmediatamente. Tras doce meses y
un día de dura labor, la mujer le llamó y le dijo: - Has sido de mucha
ayuda, honrado y trabajador, y quiero recompensarte con este asno. ¡Mira
lo que ocurre cuando giras sus orejas! - ¡Hiiiii-haaaaa! - Rebuznó el
asno. Y en ese preciso momento, un montón de monedas de oro empezaron a
caer al suelo.
El muchacho, ante tal fortuna, decidió que iría al día siguiente a pedir
la mano de la chica que siempre le había gustado. En la posada, el
dueño, que vio las cualidades del mágico asno, lo cambió por otro
mientras todos dormían. Por la mañana, el chico se presentó ante el
padre de ella: - Ya puedo mantenerla, señor, con este asno no le faltará
nada.- Pero, no habiéndose dado cuenta del cambio, por más que giró y
retorció las orejas del asno, no cayó oro.
- ¡Si se trata de un número de circo, es patético! -Dijo el padre
echándole a patadas. El pobre chico salió corriendo y topó con un
carpintero que le ofreció trabajo a cambio de un generoso pago. Tras
doce meses y un día a su servicio, el carpintero le entregó una mesa: -
No es una mesa corriente -le dijo, y después exclamó- ¡Mesa, cúbrete! Y
la mesa se llenó de suculentos platos y delicados manjares.
- ¡Ahora podré pedir la mano de mi amada! -Y se dirigió a la posada para
pasar la noche. Hizo uso de la mesa para cenar y el posadero que lo vio,
cambió la mesa por otra muy parecida mientras todos dormían. Así que
cuando a la mañana siguiente se presentó ante el padre de su amada para
demostrarle que podría mantener a su hija, hizo de nuevo el ridículo más
espantoso. Pues por más que le gritara a la mesa, no había ni rastro de
comida. Y fue arrojado de nuevo fuera de la casa.
Caminando, caminando se encontró con un leñador que trataba de talar un
árbol para construir un puente sobre el río. - Si me ayudas -dijo al
muchacho- mi recompensa será generosa. Y cuando cayó el árbol, el
leñador talló un bastón y se lo tendió al chico diciendo: - El bastón
golpeará a todo aquel al que apuntes con él. Úsalo con sabiduría.
Encantado con el regalo, el muchacho decidió ajustar cuentas con el
posadero.
Nada más ver al dueño de la posada, el chico azuzó el palo contra él, y
no tardó en recuperar el asno y la mesa que le habían sido robadas.
Después se encaminó a pedir de nuevo la mano de su amada, pues ahora sí
la podría mantener sin que le faltara nada. Pero durante el tiempo que
había estado fuera, el padre de la chica había muerto, de forma que
decidió convocar a todas las doncellas casaderas: - Que traigan sus
riquezas, pues me casaré con la más rica.
Las jóvenes, llevando sus joyas más valiosas en los delantales, se
colocaron en fila para que él pudiera valorarlas, pero su amada, al ser
pobre, tenía el delantal vacío: - Da un paso atrás, puesto que no tienes
nada de valor – Dijo a su prometida, que no entendía nada de lo que
estaba pasando. Y cuando se hubo separado de las demás, ordenó al palo
que pegara a todas las otras, que salieron corriendo asustadas,
quedándose ella sola.
Entonces, retorció las orejas del asno y colocó en el mandil de la chica
todas las monedas que cayeron al suelo: - Ahora eres la mujer más rica
del pueblo: ¿Quieres casarte conmigo? Por supuesto, ella accedió y
tardaron muy poco en preparar la boda y la fiesta y el banquete
posteriores. Y dicen que nunca se comieron manjares más exquisitos que
los servidos en la mesa mágica, y gracias al asno nunca les faltó
ninguna cosa
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