Un soberano de la India muy
amado de su pueblo, tenía un defecto enorme: era muy charlatán.
Su Gran Visir, hombre de gran sabiduría y discreción, estaba enormemente
preocupado por el defecto del Rajá. Un día, mientras paseaba por los
jardines del palacio, habló así:
- ¿Queréis que os cuente una historia, Majestad?
- Cuenta -replicó el soberano, que por rara casualidad aquel día no
tenía muchas ganas de hablar.
- Hace muchos años -empezó el Visir,- vivía en un lago del Himalaya una
tortuga. Dos patos silvestres que habían descendido a aquel lago para
descansar un poco se hicieron amigos de la tortuga y le dijeron:
" - Amiga tortuga: el lugar donde nosotros vivimos, el Lago Hermoso, del
Himalaya, es maravilloso, ¿Por qué no nos acompañas allí?
" - Pero ¿cómo podré llegar allí? -preguntó la tortuga.- Yo no puedo
volar.
" - Te llevaremos nosotros -replicaron los patos. Pero has de conservar
la boca cerrada y no hablar ni una sola vez.
" - ¡Oh, eso es muy sencillo!
" - Perfectamente, cógete con la boca a este palo, y nosotros
sostendremos los extremos.
" Y diciendo esto, los dos patos cogieron con el pico un fuerte palo, de
cuyo centro se colgó la tortuga.
" Volaron, volaron los dos patos, y de pronto unos campesinos que los
vieron exclamaron:
" - ¡Dos patos llevan una tortuga colgada de un palo!
" Al oír esto la tortuga no pudo contenerse y fue a replicar:
" - Si mis amigos han escogido este sistema de transporte, ¿qué os
importa a vosotros, míseros esclavos?
" Apenas había empezado a pronunciar estas palabras, perdió la presa que
hacía en el palo, y cayó, cayó, hasta llegar al suelo, donde quedó
completamente destrozada.
" En verdad os digo, Majestad, que aquellos que no saben contener la
lengua, por muy grandes que sean sus cualidades, terminan todos como la
tortuga del cuento."
El Rajá no contestó nada y continuó su paseo por los jardines; sin
embargo, desde aquel día habló mucho menos y todo fue mejor en el reino.