El Gato de los pies de trapo
El gato Marramiau
llevaba ya una temporada sin coger un ratón. Y su amo don Melitón, le
había prometido partirle siete costillas, si en una semana no le traía dos
o tres.
Tenía don Melitón
una bodega de vino, y cada dos por tres aparecía un ratón nadando en el
tonel.
Don Melitón muy
enfadado quería matar al gato si no le llevaba pronto a aquel bebedor.
El gato Marramiau
se escondía por no oír
a su amo contarle el
cuento:
Esto era un gato
que tenía los pies de
trapo
y la cabeza al revés.
¿Quieres que te lo
cuente otra vez?
No, señor amo –
contestaba el gato- . Mañana le traigo a ese borrachín.
Y se puso el gato
al acecho en la cueva, hasta que el ratón sacó el hocico por fuera. Viendo
que más no sacaba, el gato le dijo:
¡Hola ratoncito!
¿Cómo te llamas?
El ratón se asustó
y se metió para adentro, pero el gato se puso a decirle:
Anda, hombre no
tengas miedo, que sólo quiero jugar contigo, no te haré mal, y como estoy
aburrido a la pelota quiero jugar.
El ratón, que
además de borrachín era juguetón, sacó otra vez su hocico y contestó:
¿Y qué señales me
das de que de ti me puedo fiar?
¿Qué más señales
quieres que el cuento que me cuenta mi amo?
¿ Y ése qué cuento
es? – preguntó el ratón
Y el gato se lo
contó:
Esto era un gato
que tenía los pies de
trapo
y la cabeza al
revés
¿Quieres que te lo
cuente otra vez?
El ratón le dijo
que no, y que por qué le decía su amo que tenía los pies de trapo.
El gato le
respondió que no tenía uñas y no podía cazar ratones. Marramiau le enseñó
sus dos pies que parecían de trapo ( y es que los gatos siempre llevan las
uñas guardadas). Así que el ratón le creyó y de su escondite salió.
Marramiau pegó un
salto y con sus dos patas al ratón pisó, pasándolo de una pata a otra.
-¿No dijiste que
íbamos a jugar a la pelota? – protestó el ratón.
El gato contestó:
-¿ Y qué es lo que estoy haciendo?.
El ratón viéndose
perdido se hizo un ovillo y salió rodando hasta su ratonera, sacando sus
patas en una carrera, otra vez en su cueva se metió.
Marramiau muy
socarrón le preguntó que si tenía acaso miedo de él, si le había visto sus
uñas o colmillos, a lo que el ratoncito le contestó que no, solo que no
quería hacer de pelota.
Marramiau le
invito si quería jugar a otra cosa. El ratoncito le preguntó:
-¿A que?
-Tú sal y verás,
le contestó Marramiau.
El ratón solo sacó
la cabecita, y el gato que no estaba dispuesto a perder más tiempo, sacó
las uñas y le pegó un gafañón. Pero el ratón fue listo, se apartó y solo
le dio de refilón.
Marramiau viendo
que así no lo cogía se escondió cerca de un tonel de vino, esperando que
pasara el ratón que era un borrachín. Efectivamente, al poco tiempo
apareció el ratoncito que ya no podía resistir más sin el aroma del vino,
se acercó al borde del tonel y cuando estaba bebiendo, llegó el gato por
detrás haciendo “¡Fu, fu!”. El ratón perdió el equilibrio y cayó en el
vino. Pero cuanto más nadaba más se empapaba y más le gustaba. Pasó un
buen rato buscando una orilla donde no hubiera gato. Mas como el tonel era
redondo y el gato daba vueltas por fuera, siempre se lo encontraba.
“¡Fu, fu!” le
hacía el gato, lleno de mala intención, y no dejaba acercarse al pobrecito
ratón.
Éste estaba al fin
tan cansado, que le dijo al gato que le dejaba comerlo, antes que morirse
ahogado.
Dejó de nadar, y
entonces el gato, con su misma boca lo agarró y lo sacó del tonel.
Pero el ratón le
habló al gato: -¡Un momento, amigo gato! No te puedes imaginar lo malo que
está un ratón empapado en vino.¿Por qué no esperas a que me seque?.
El gato se lo
creyó y lo soltó, lo que aprovechó el ratón para correr como una bala
hasta su agujero.
Marramiau
enfurecido gritó : -¡No vale, no vale!. No has cumplido tu pacto.
Y el ratón le
contestó:
-¿Y quién te manda
fiarte de un borracho consumado?
Y colorín,
colorado, este tramposo cuento se ha acabado.