martes, 12 de agosto de 2014

Salir con un domingo siete

"Cuéntame un Cuento"
Salir con un domingo siete
Había una vez dos compadres jorobados, uno rico y otro pobre. El rico era muy mezquino, de los que no dan ni sal para un huevo. El pobre iba todos los viernes al monte a cortar leña para venderla en la ciudad cuando estaba seca.  
Uno de tantos viernes se extravió en la montaña y le cogió la noche sin poder dar con la salida. Cansado de andar de aquí para allá, resolvió subirse a un árbol para pasar allí la noche. Ató al tronco el burro que le ayudaba en su trabajo y él se encaramó casi hasta la mera punta. Al rato de estar allí, vio de pronto que a lo lejos se encendía una luz. Bajó y se encaminó hacia ella. Cuando la perdía de vista, subía a un árbol y se orientaba. Al irse acercando, vio que se trataba de una gran casa iluminada, situada en un claro del bosque. Parecía como si en ella se celebrara una gran fiesta. Se oía música, cánticos y carcajadas.
El hombre aseguró su bestia y se fue acercando poquito a poco para que nadie lo fuera a oír.
 La parranda era muy adentro, porque las salas que estaban a la entrada se encontraban vacías. De puntillas se fue metiendo, se fue metiendo hasta que dio con lo que era.
Se escondió detrás de una puerta y se puso a curiosear por una rendija: la sala estaba llena de brujas mechudas y feas que bailaban pegando brincos como los micos y que cantaban a gritos esta única canción:  
Lunes y martes
y miércoles tres
Pasaron las horas y las brujas no se cansaban de sus bailes y siempre con su dale y dale:  
Lunes y martes
y miércoles tres
Aburrido el compadre pobre de oír la misma cosa, agregó cantando con su vocecita :
 jueves y viernes
y sábado seis
Gritos y brincos cesaron...
 -¿Quién ha cantado? -preguntaban unas.
 -¿Quién ha arreglado tan bien nuestra canción? -decían otras.
 -¡Qué cosa más linda! ¡Quién ha cantado así merece un premio!
 Todas se pusieron a buscar y por fin dieron con el compadre pobre, que estaba en un temblor detrás de la puerta.
 -¡Ave María! ¡No hallaban dónde ponerlo!
 Unas lo levantaban, otras lo bajaban y besos por aquí y abrazos por allá.
 Una gritó:  
-¡Le vamos a quitar la joroba!  
Y todas respondieron;  
-¡Sí, sí!  
El pobre hombre dijo:  
-¡Eso sí que no!  
Pero antes de acabar ya estaba la inventora rebanándole la joroba con un cuchillo, sin que él sintiera el menor dolor y sin que derramara una gota de sangre. Luego sacaron del cuarto de sus tesoros sacos llenos de oro y se los ofrecieron en pago por haberles terminado su canto.  
Él trajo su burro, cargó los talegos y partió por donde las brujas le indicaron. Al alejarse las oía desgañitarse:  
Lunes y martes
y miércoles tres
jueves y viernes
y sábado seis
Sin dificultad llegó a su casita, en donde su mujer y sus hijos le esperaban acongojados porque temían que le hubiera pasado algo. Les contó su aventura y mandó a su esposa que fuera adonde el compadre rico y le pidiese un cuartillo para medir el oro que traía. Ella fue y dijo a la mujer del compadre rico, que estaba sola en la casa:
-Comadrita, ¿quiere prestarme el cuartillo? Es que vamos a medir unas alubias que recogió mi marido.
 Pero la mujer del compadre rico se puso a pensar:  
"Cállate, ¿acaso tu marido ha sembrado nada? ¿Quién mejor que nosotros sabe que no tienen más terreno que ése en que están clavadas las cuatro estacas ?"  
Y untó de cola el fondo del cuartillo para averiguar qué iban a medir sus compadres pobres.  
Estos midieron tantos cuartillos de oro que hasta perdieron la cuenta. Al devolver la medida, no se fijaron que en el fondo habían quedado pegadas unas cuantas monedas. La comadre rica, que era muy envidiosa y que no podía ver bocado en boca ajena, al ver aquello se santiguó y se fue a buscar a su marido.  
-Mira, ¿tú dices que tu compadre es un arrancado, que tiene casi que andar con una mano atrás y otra adelante, que no tiene ni dónde caerse muerto? Pues estás muy equivocado.  
Y la mujer mostró el cuartillo, contó lo ocurrido y lo estuvo picando hasta que el compadre rico tuvo que ir a buscar al pobre.  
-¡Ajá, compadrito!.. ¿Conque tenemos que medir el oro en cuartillo?  
El otro, que era un hombre que no mentía, contó su aventura sencillamente.  
¡El rico volvió a su casa con una envidia!  
La mujer le aconsejó que fuera al monte a cortar leña:  
-Quien quita y te pase lo mismo.  
El viernes muy de mañana se puso en camino con cinco mulas y todo el día no hizo más que volar el hacha.  
Al anochecer se metió en lo más espeso de la montaña y se perdió.  
Se subió a un árbol, vio la luz y se fue hacia ella. Llegó a la casa en donde las brujas celebraban cada viernes sus fiestas.  
Hizo lo mismo que su compadre pobre y se metió detrás de la puerta.  
Estaban las brujas en lo mejor de su canto:  
Lunes y martes
y miércoles tres
jueves y viernes
y sábado seis
Cuando la vocecilla del jorobado cantó, toda hecha un temblor:

y domingo siete ...  
¡Ave María! ¡Para qué lo quiso hacer!  
Las brujas se pusieron furiosísimas a jalarse las mechas y a gritar de cólera:  
-¿Quién es el atrevido que nos ha echado a perder nuestra canción?  
-¿Quién es quien ha salido con ese domingo siete?  
Y buscaban enseñando los dientes, como los perros cuando van a morder.  
Encontraron al pobre hombre y lo sacaron a trompicones . 
-Vas a ver lo que te va a pasar, jorobado -dijo una que salió corriendo hacia el interior. Luego volvió con una gran pelota entre las manos que no era otra cosa que la joroba del compadre pobre y ¡pan! la plantó en la nuca del infeliz, en donde se pegó como si allí hubiera nacido. Le desamarraron las mulas, las libraron de sus cargas de leña y las echaron monte adentro.  
Al amanecer cuando  el compadre rico llegaba a su casa con dos jorobas, todo dolorido y sin sus cinco mulas su mujer al verlo se enfureció tanto que se enfermó y tuvo que meterse en la cama.
 

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