martes, 12 de agosto de 2014

El corral de los animales

Animación a la Lectura
"Cuéntame un Cuento"
El corral de los animales
En uno de los corrales del monte se habían guarecido muchas clases de animales para pasar el invierno. Todo el monte estaba convertido en un ventisquero de nieve, hielo y viento. El invierno se hacía pues cada vez más largo y duro. A pesar de la previsión de algunos animales, las provisiones eran ya muy escasas y, al final, no quedaban más que un puñado de granos de trigo.
 
La gallinita reunió a los animales y les habló de la situación en que se encontraban. Era necesario economizar y aprovechar al máximo lo poco que les quedaba. Se alejó hacia un rincón del corral y al momento regresó con unos granos de trigo en un pañuelo.
 
—Esto es todo lo que nos queda —dijo la gallinita ante la cara de asustados que ponían todos los animales—. Vamos a moler estos granos y haremos pan con la harina y comeremos hoy y, luego, Dios dirá.
 
—Sí, sí, comamos hoy —respondieron todos los presentes.
 
—Vamos a ver —siguió la gallinita—, ¿quiénes de Vds. van a llevar al molino el trigo a moler?
 
—Yo, no —dijo el burro.
 
—Yo, tampoco —dijo el conejo.
 
—Yo, menos —dijo el gato.
 
—Hace mucho frío —dijo una paloma y sacudió las alas como si en verdad sintiera escalofríos.
 
—Yo creo que no hace falta molerlos —dijo el cerdo, al mismo tiempo que acercaba el hocico a los granos.
 
Pero la gallinita le dio tal picotazo en una de las orejas que se alejó gruñendo hacia uno de los rincones del corral.
 
Nadie quiso bajar al molino. Entonces la gallinita hizo un zurrón de su pañuelo, y, tomándolo por el pico, se fue hacia el molino.
 
Entre tanto, los animales se dedicaron a sus juegos favoritos y muchos de ellos hacían burla de las preocupaciones y trabajos de la gallinita. Sobre todo, el cerdo juraba y perjuraba que se vengaría.
 
Regresó la gallinita con su carga de harina y todos los animales admiraron su blancura y buena calidad.
 
—Bien habló —la gallinita—, vamos a ver quiénes van a encargarse de amasar la harina para luego hacer pan.
 
—Yo, no —dijo el burro.
 
—Yo, tampoco —dijo el conejo.
 
—Yo, menos —dijo el gato.
 
—Hace mucho frío —dijo la paloma.
 
—Bueno pues, —dijo desconsolada la gallinita—, yo iré al río y haré la masa.
 
La pobre gallinita se fue al río con todo lo que necesitaba y estuvo trabajando hasta la tarde y regresó con la masa lista para el horno.
 
Otra vez se le juntaron todos los animales y hacían grandes elogios del trabajo y buena disposición de la gallinita y algunos decían que la querían como a su mamá.
 
Pero nadie quiso ir a buscar la leña, ni hacer la hoguera, ni preparar el horno con algunas piedras. La gallinita se ocupó de todo, ayudada por sus pollitos y nadie más.
 
Cuando el pan estuvo hecho, la gallinita y sus pollitos lo llevaron al corral. El pan estaba calentico y coloradito. Todos los animales dejaron sus juegos y entretenimientos y se acercaron. La gallinita estaba sudorosa y acalorada contando los panecillos y cuidando que no faltara ni uno. Algunos animales notaron que estaba enfadada y por miedo a sus terribles picotazos no dijeron nada.
 
La que habló fue la gallinita.
 
—A ver, amigos míos —dijo muy seria y con cara de pocos amigos—, ¿quiénes de Vds. van a probar mis panes, que yo hice con los granos de trigo que guardé, con la harina que yo traje del molino, con la masa que yo preparé y con los panes que yo calenté?
 
Nadie quería decir nada porque se acordaban del picotazo que se llevó el cerdo por atrevido. La mayoría bajó la cabeza tosiendo y murmurando algo por lo bajo.
 
—A ver, amigos míos —insitía la gallina—. Sé que están hambrientos y que en todo el día no han probado bocado y que les encantaría saborear los panes...
 
—Yo, —dijo el burro.
 
—Yo, también —dijo el conejo.
 
—Con mucho gusto —dijo el gato.
 
—Unas migajitas para saber como están —dijo la paloma.
 
Pero la gallinita no les dejó continuar. Levantó el pico cuanto pudo, bateó las alas y les echó en cara su pereza y despreocupación.
 
—Nadie probará mis panes —gritó—. Me los comeré yo y mis hijos. A ver, hijitos míos, venid y comed de estos panes que yo preparé pensando en vosotros y sólo en vosotros. Y que estos perezosos sigan jugando y esperando el buen tiempo.
 
Y colorín colorao
este cuento se ha (a) acabao.
 

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